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Generación de energía

Próximo destino: una transformación sostenible

Súmate a la revolución verde con desafíos que rompen los esquemas tradicionales de producción.

Hacia una transición energética de calidad

Los recursos energéticos son el motor que hace que el mundo funcione como hoy en día lo conocemos: fábricas sin interrupción que valga, hogares climatizados, móviles navegando a todas horas, etcétera.

Su correcta conservación asegura una calidad de vida óptima a la ciudadanía, al permitir el acceso a servicios básicos como la sanidad y la educación. Asimismo, impulsan la producción, comercio e innovación en los países consumidores. Pero, como todo, o se utilizan como merecen o se echan a perder.

La Tierra está pidiendo auxilio más y más alto, con un sobrecalentamiento global que si no se frena en los años inminentes acarreará daños irremediables que, de hecho, ya empezamos a ver en algunas regiones.

Tanto los generadores de energía como los que dependen de esta para la producción se embarcan en uno de los mayores retos de la historia.

Acostumbradas a trabajar con combustibles tradicionales y procesos muy largos, las compañías deben dar un salto al futuro y apostar por tecnologías de vanguardia que optimicen sus operaciones. Además, los recursos renovables necesitan ganar un terreno cada vez más notable que con el tiempo conduzca a una descarbonización total del sistema.

Oportunidades que saben a futuro

Energías renovables: adiós al carbono

A finales del siglo XX, la sociedad, ya industrializada, empezó a tomar conciencia sobre el impacto global negativo que ocasionan los recursos tradicionales. Más allá de tener fecha de caducidad, hacían peligrar la preservación del planeta.

A problemas, soluciones: hay esperanza y se llama energías renovables. Derivadas de fuentes naturales, producen muchas menos emisiones que los combustibles fósiles.

En su momento, el único inconveniente era el elevado coste que suponía cambiar los sistemas de producción habituales por energías limpias. Por fortuna, cada vez son más baratas y accesibles, lo que anima a las empresas a lanzarse a la piscina. De hecho, la inversión mundial en este tipo de energías ya supera la apuesta económica por los combustibles de toda la vida.

El carbono empieza a ser cosa del ayer, eso sí, con una eliminación gradual para asegurar la estabilidad de las compañías que se benefician. En su lugar, se adoptan fuentes renovables como la solar, eólica, hidroeléctrica, geotérmica, biomasa o mareomotriz que, en conjunto, ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, así como la cantidad de residuos tóxicos de difícil descomposición.

Bienvenido seas, hidrógeno verde

La descarbonización no es una tarea sencilla en determinados sectores; hay casos que parece casi hasta inimaginable. Y este casi es por la aparición del hidrógeno verde, una solución que podría suponer un cambio de paradigma.

Un poco de contexto. ¿Qué es y por qué hidrógeno verde?

  • Combustible limpio que se obtiene mediante la electrólisis del agua (separación H2/O con la corriente eléctrica).
  • A diferencia del hidrógeno gris, el único residuo que deja el proceso es el agua: ni rastro de CO₂.
  • La alternativa prometedora: capaz de almacenar y emplear energía procedente de fuentes naturales.
  • Aplicable a múltiples campos: industria, producción de electricidad, desarrollo de pilas, y más.

Según la AIE, este método ahorraría 830 millones de toneladas de dióxido de carbono por año que se generan al procesar el hidrógeno con combustibles fósiles.

Aunque suena atractivo de primeras, no hay que bajar la guardia. Si se adopta este recurso en las organizaciones, es necesario asegurar la mitigación de riesgos para los trabajadores, con medidas de seguridad preventivas y predictivas adecuadas. Los sistemas EAM (Enterprise Asset Management) incorporan módulos HSE preparados para ello.

Innovar como única opción

La UE obliga a alcanzar la neutralidad climática de aquí a 2050 y reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en, al menos, un 55% para 2030. A la pregunta de cómo lograrlo, la respuesta es unánime: el camino debe ser la electrificación basada en fuentes de energía renovables.

Entre las propuestas tecnológicas más avanzadas puestas sobre la mesa se encuentran las baterías de alto rendimiento. Estas permiten un suministro confiable y eficiente para múltiples aplicaciones, como la electrificación de vehículos, almacenamiento de energía renovable, respaldo energético ante posibles fallos y alimentación continua de dispositivos electrónicos críticos.

El aumento de la eficiencia en las plantas e infraestructuras, pues, se consigue gracias a la fusión de energías verdes con nuevas tecnologías como sensores IoT, analítica de datos, inteligencia o visión artificial, etc., como también a una mayor conectividad entre dispositivos y sistemas.

Descentralización energética

Una de las grandes barreras ante la transición energética ha sido, desde siempre, el alto coste económico que implica reemplazar equipamientos y sistemas. No obstante, como veíamos en un principio, esta barrera ha ido perdiendo peso con los años.

Medidas como la descentralización permiten distribuir la generación y el control de la energía de manera más equitativa y localizada. Así, tecnologías como la solar y eólica se vuelven más accesibles y baratas para las compañías, que pueden obtener su propia energía sin necesitar grandes infraestructuras de transmisión.

De consumidoras tradicionales que dependían de terceros, estas empresas evolucionan hasta prosumidoras, con una mayor involucración en la producción y almacenamiento energéticos.

Redes inteligentes sin emisiones, un buen prólogo

Las Smart Grids (redes eléctricas inteligentes) son un buen método de controlar desde donde se requiera la generación, distribución, consumo y almacenamiento de energía eléctrica. Gracias a la integración de todos los componentes de una red específica, convierten el suministro en eficiente, sostenible, económico y seguro. Al mismo tiempo, los usuarios pueden gestionar cada uno de sus recursos dispersos en un centro de control único.

Protejamos nuestros recursos

Como se ha visto anteriormente, las tecnologías avanzadas no solo consolidan un plan B de cara a posibles fallos, sino que garantizan que los dispositivos más críticos y esenciales no dejen de funcionar bajo ningún concepto.

Aunque la descentralización de nuestras fuentes de energía nos expone a un mayor riesgo de ataques cibernéticos, nos asegura que si falla una, el resto no caerá en cascada. Hospitales, aeropuertos, suministro de agua potable y plantas de producción son ejemplos de operaciones que necesitan estar activas siempre y tener alternativas ante errores del sistema.

Si además ocurre un desastre natural, el mundo no puede quedarse incomunicado: debe haber centrales ubicadas estratégicamente, alejadas de las áreas propensas a catástrofes, que puedan proporcionar una respuesta inmediata a la ciudadanía.

En definitiva, la transición hacia conexiones digitales descentralizadas plantea desafíos significativos en términos de ciberseguridad. Las soluciones abiertas necesitan una buena base que proteja el sistema de cualquier intento de asalto y asegure la estabilidad y confiabilidad del suministro de energía.

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